¿DEBEMOS REPENSAR EN LA MINERÍA COMO ACTIVIDAD MINERA???
Como se ve, muchos analistas están pensando muy en serio en la inversión minera, por que parece que no se saca y no se siente la colaboración de los comuneros por la coyuntura social muy sesgada y el inmenso rechazo que los antimineros efectúan en las zonas andinas, y la poca participación del estado, esto amerita un análisis concienzudo de lo que esta pasando en nuestro y puede ser que nuestras reservas aquí a unos 5 años tenga que bajar dantescamente.
En el visceral rechazo de algunas comunidades locales al inicio de proyectos mineros se entremezclan factores de muy diversa etiología, incluyendo variables antropológicas y una pronunciada resistencia al cambio. En la experiencia internacional los procesos de transformación acelerada e intensa generan hondos desequilibrios económicos, sociales y culturales que suelen estimular la conflictividad. Los proyectos mineros peruanos no son la excepción: generalmente se desarrollan en localidades altoandinas históricamente abandonadas por el estado y donde el desarrollo es una aspiración ignota.
La minería de gran escala es una actividad caracterizada por la radical, intensa, multifacética e inmediata transformación de todo su entorno y conlleva cambios absolutos e irreversibles hacia un escenario que -para las comunidades locales- implica incertidumbre, riesgos y temor de quedar desarraigados en sus propias tierras. De allí que la cosmovisión empresarial entre frecuentemente en colisión frontal con la de las poblaciones locales.
Las relaciones entre empresas mineras y comunidades vecinas implican también choques culturales muy significativos que muchas veces se mantienen inadvertidos para las partes y que en otras ocasiones recién se expresan bajo la forma de enfrentamientos viscerales.
Un ejemplo que grafica lo explicado es el siguiente: en las apartadas localidades de actividad minera los pobladores tienen que caminar largas horas para desarrollar sus actividades básicas debido a que generalmente no hay medios motorizados de transporte, excepto por las camionetas de las empresas mineras que transitan raudamente los caminos rurales y que generalmente no ofrecen movilidad a los pobladores. Justamente, para las personas oriundas este acto de indiferencia es una demostración de abierta hostilidad y de total falta de solidaridad por parte del personal de la mina, los foráneos. No obstante, para los trabajadores mineros esta conducta se basa en el acatamiento de las normas de seguridad y de prevención de riesgos, de obligatorio cumplimiento para todo el personal de la empresa. Aquí, es preciso entender que uno haría mal en señalar que una parte tiene la razón, pues ésta depende de la perspectiva desde la cual se comprenda la situación.
Otro aspecto a considerar son los asuntos de relaciones comunitarias, los mismos que tienen que dejar de ser abordados como meros problemas técnicos para convertirse en desafíos adaptativos (empleando la nomenclatura de Heifetz & Linsky). Los conflictos socioambientales peruanos representan típicos ejemplos de desafíos adaptativos en cuanto cada uno reviste alta singularidad, carece de soluciones predeterminadas, tiende a implicar colosales brechas entre aspiraciones y realidad, y produce en las comunidades locales hondas sensaciones grupales de desequilibrio. En contraste, los problemas técnicos tienen un alto grado de generalidad que posibilita contar con respuestas de probada eficacia y no generan brechas sustanciales entre aspiraciones y realidad, ni sensaciones grupales de desequilibrio.
Precedidos por esa concepción de desafíos adaptativos se requiere generar un cambio de paradigmas en las relaciones comunitarias de las empresas mineras. La cuestión clave es cómo la actividad minera puede generar impactos sustanciales y sostenibles sobre el desarrollo local y regional que las poblaciones comprendan, disfruten y valoren. Sin embargo, las respuestas usuales a esto suelen ser de gran pobreza conceptual y de poca correspondencia con la realidad. Generalmente se asume que la mera presencia de las actividades mineras provoca desarrollo a través de encadenamientos de demanda laboral, de compras locales, y de inversiones sociales directas de las empresas mineras; y, aún en mayor proporción, como resultado del uso del canon que es, no lo olvidemos, renta fiscal generada por la minería.
La realidad, empero, es mucho más compleja y resistente. La brecha tecnológica entre empresas mineras y comunidades en el Perú es tan inmensa que muchas oportunidades laborales y de compras locales son imposibles de concretar. Las inversiones sociales directas de las empresas mineras son en conjunto cuantiosas (cerca de S/. 5 mil millones entre 2007 y 2013, según cifras oficiales), pero comúnmente de baja calidad y de poca sostenibilidad, y se realizan desarticuladamente de los programas públicos de desarrollo local y regional. Esto último encuentra alguna explicación en el hecho que el desarrollo socioeconómico no es parte de las competencias claves de las empresas mineras; pero, en cualquier caso, indica que sigue pendiente la tarea de mejorar la eficacia en el planeamiento y ejecución de las inversiones sociales directas que ellas realizan.
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