INTERESANTE ESTUDIO
AL REVISAR SOBRE EL ASMA ME DOY CON ESTE ANALISIS
LA VACUNA BCG PUEDE NO DIGO CONCLUYENTE PERO PUEDE TENER INCIDENCIA EN EL ASMA
AL REVISAR SOBRE EL ASMA ME DOY CON ESTE ANALISIS
LA VACUNA BCG PUEDE NO DIGO CONCLUYENTE PERO PUEDE TENER INCIDENCIA EN EL ASMA
Las tasas de enfermedad atópica mediada por anticuerpos IgE están aumentando en los países desarrollados y la proporción de niños con asma, dermatitis atópica, rinoconjuntivitis y alergia alimentaria ya excede de 30%. Ese incremento, cuya causa se ignora, podría en parte deberse a la disminución de ciertas enfermedades infecciosas y también a cambios en los planes de inmunización (entre ellos, la vacunación antituberculosa con BCG). Por ser un potente inductor de la inmunidad mediada por células en general y del interferón-g en particular, la BCG también ha sido empleada para tratar de modular la respuesta inmunitaria y, sobre esa base, interferir en la patogenia de determinadas enfermedades. A ese respecto, se ha logrado que una dosis subcutánea única de BCG produzca una remisión clínica a largo plazo en niños con diagnóstico reciente de diabetes tipo 1. En Suecia, la BCG llegó a aplicarse a 95% de los recién nacidos, hasta que en 1975 se interrumpió esa práctica por los efectos colaterales de la vacuna y, sobre todo, por el bajo riesgo de exposición a la tuberculosis. En la actualidad, la tasa de vacunación con BCG es menor de 4%, ya que solo se administra a niños en estrecho contacto con tuberculosos o a inmigrantes de zonas de alto riesgo, así como en el caso de que lo soliciten los padres.
Teniendo en cuenta esas condiciones, Alm et al. emprendieron una investigación para establecer si la vacuna BCG administrada en la infancia más allá del período neonatal era un estímulo suficiente para desviar al sistema inmunitario de niños con alto riesgo hacia un fenotipo no atópico. Para ello, estudiaron retrospectivamente una cohorte de 216 niños con antecedentes hereditarios de atopia, nacidos en Estocolmo entre 1989 y 1992. Estos niños habían recibido BCG antes de los 6 meses de edad. El grupo control, 358 niños apareados por edad con los casos, no había sido vacunado. Todos los niños habían acudido a consulta hospitalaria durante el período de 1995 a 1996 para la evaluación de sus antecedentes y signos clínicos de enfermedad atópica.
La vacunación temprana no afectó al desarrollo de la enfermedad atópica en niños preescolares con antecedentes atópicos, según se estableció por examen clínico, pruebas cutáneas y análisis de anticuerpos IgE. Estos resultados difieren de los encontrados por Shirakawa et al. (Science 1997;275:7779) en escolares japoneses de 12 a 13 años, en quienes se observó una relación inversa entre la reacción de Mantoux positiva y varios componentes de atopia, entre ellos IgE específica y síntomas. Para Alm et al., la discrepancia sería atribuible a que la incidencia de tuberculosis en el Japón es alrededor de 10 veces mayor que en Suecia, lo que significaría una mayor exposición natural a la micobacteria. La diferencia de efectos consecutivos a la vacunación y a la infección natural ha sido bien ilustrada por un estudio retrospectivo de niños de Guinea-Bissau (Lancet 1996;347:17921796), donde la infección por sarampión, pero no la vacunación antisarampionosa, estuvo asociada con reducción de la atopia. Los hallazgos negativos de Alm et al. corresponden a niños en edad preescolar. Si los resultados fueran similares entre niños mayores y niños sin atopia hereditaria, podría concluirse que la vacunación BCG no constituye una estrategia primaria efectiva para prevenir la atopia.
Esto nos permite decir que no necesariamente el cigarro puede ser incidencia directa al asma si no otro factores como el mencionado, habría que hacer más estudios para tomarse en cuenta
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